Ciriaco Navarrete Rodríguez
En México, predomina la improvisación, y muy pocas veces se le da importancia a la metodología de la comunicación social lo cual erróneamente, solo se le atribuye a las autoridades gubernamentales como si fuera una facultad exclusiva de los gobernantes, pero si partimos de la concepción social nos percatamos de que se trata de un quehacer universal mediante el cual la sociedad espera que se le informe la verdad de los quehaceres públicos y privados.
Como podemos comprender, se trata de un quehacer muy sencillo que es de gran beneficio genérico cuando se ejerce con el debido respeto a lo que la sociedad quiere saber de los quehaceres que realizan tanto los particulares como los que tienen a su cargo el ejercicio del poder público, que son, precisamente, los funcionarios y los gobernantes.
Pero hay que tener muy en cuenta que esa realidad es el resultado de las tareas informativas que se deben apegar a la verdad, lo cual, obliga a los responsables de tales quehaceres y a sus jefes de ejercer ese trabajo con estricto apego a la verdad, sin embargo esa es la tarea más difícil porque en México se complica mucho porque tanto los gobernantes como quienes ejercen ese trabajo, y también los particulares están acostumbrados a maquillar la información porque están nominados por el ejercicio de la corrupción y cuya finalidad, lo mismo puede servir para evadir impuestos que para engañar al supuestamente inocente pueblo.
A esa realidad tan escabrosa se debe el hecho de que los periodistas ingenuos, prefieran convertirse en cómplices, particularmente del poder público y sin recato alguno también incurren en la comisión del delito de la mentira a cambio de pírricos beneficios económicos, a los cuales, cualquier periodista novato se complace en convertirse en parte de esa delincuencia, que a fuerza de ser realistas, debemos reconocer que también pertenecen a una forma de delincuencia organizada.
Quiero precisar que si me estoy refiriendo a esos quehaceres de complicidad periodística, se debe a que mi larga experiencia de 57 años de ejercicio periodístico me ha permitido vivencias sumarias en las que me ha tocado ver a muchos compañeros que se han hecho millonarios porque toda su vida han sido “chayoteros”, y si no me cuento entre ellos es porque no me ha gustado traicionar al pueblo mediante la publicación de falsas noticias, por eso hasta me he ganado
expresiones peyorativas de los protagonistas de la referida delincuencia organizada.
Esas expresiones, hasta cierto grado, han sido peligrosas y entre los episodios daré a conocer solo uno y sucedió cuando en 1986 se me ocurrió publicar lo que muchos periodistas ya vaticinábamos y que era la decadencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), porque se notaba claramente que nadie quería como candidato presidencial al nefasto Carlos Salinas de Gortari.
En aquella ocasión me abordo la plana mayor de la dirección de comunicación social del partido y me ofrecieron dinero, no supe cuánto, para que yo no volviera a publicar nada que dañara la imagen “perversa” de Carlos Salinas de Gortari, pero gracias a mi acostumbrada ecuanimidad atendí a los actores y los convencí de mi quehacer periodístico sustentado en verdades irrefutables.
Ese episodio se llevó a cabo en las oficinas centrales de comunicación social del comité nacional del PRI y como resultado de aquel encontronazo me gane el respeto de propios y extraños y a raíz de lo mismo el tampiqueño Enrique Novelo Galindo, a quien le conté las incidencias de aquel episodio, de inmediato me prometió un lugar en El Diario de México en cuanto fuera autorizada su reapertura, cuando sucedió por influencia del propio Salinas de Gortari, el dueño y Director General de ese rotativo, Federico Bracamontes pudo reabrir su periódico en el año de 1988.
A partir de ese mismo año me hice cargo de la Subdirección adjunta de El Diario de México, cuyas tareas que me fueron encargadas correspondían a las negociaciones de publicidad política con todos los gobernadores del país y recuerdo que al mismo tiempo, fue invitada una dinámica compañera periodista de apellido Gaytán, para que se hiciera cargo de las ventas de publicidad con todas las secretarias de estado y empresas paraestatales, con oficinas en la ciudad de México, cuando todavía era Distrito Federal.
Para dar cumplimiento a mis nuevas tareas periodísticas de cobertura nacional se me proporcionaron todas las facilidades necesarias lo mismo para viajar en avión que a bordo de autobuses y para los lugares cercanos de la capital del país nos trasladábamos en vehículos particulares.
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