Este es un término utilizado en la política para exponer la importancia del sufragio y la importancia de dirigirlo hacia candidatos o candidatas que en realidad tienen posibilidades de ganar en las urnas cualquier tipo de elección.
Actualmente se viven tiempos políticos, de campañas, donde los hombres y mujeres que andan en busca del voto popular salen a las calles a gastar suelas de los zapatos y saliva, porque el proselitismo a través de las redes virtuales si ayudan, pero no alcanzan para lograr una victoria en las urnas.
Y dentro de ese escenario se mueven coaliciones y partidos políticos en lo particular, donde las distancias de preferencias ciudadanas se pueden apreciar, en algunos casos milimétricas, considerables y en otras muy distantes unas de otras.
Y es ahí donde se puede ver, quienes tienen realmente la oportunidad de alzarse con el triunfo en las urnas, como también de saber, desde el inicio de las campañas, aquellos y aquellas que salieron para no ganar.
Entonces, los ciudadanos deberían de hacer uso del pensamiento y el raciocinio, para determinar el destino de su voto, considerando que votar por alguien que ya se sabe que no va a ganar, no tiene el menor caso.
De votar por un candidato o candidata condenados a la derrota, es mejor quedarse en casa el día de las elecciones, evitarse la fila, el calor y todas las incomodidades que son propias de una jornada de comicios.
Pero además, detrás de todos los proyectos políticos, los factibles de triunfar y los menos afortunados, siempre hay beneficiarios, intereses personales que se nutren de los votos acumulados en las urnas, donde algunos electores sufragan solo por cumplir con un deber ciudadano y otros por compromiso, pero sin detenerse a pensar en la utilidad del voto.
Son tiempos en que se debe actuar con sensatez, cuidando no desperdiciar nada, porque todo voto inútil, es un verdadero despilfarro, un desperdicio que no abona nada a la democracia.