La política se entiende como una relación humana, que sirve para demostrar intenciones de servir y para forjar relaciones cordiales, en el ánimo de alcanzar objetivos que también, benefician a quienes se dedican a esta actividad.
Bajo este concepto resulta difícil comprender como hay personajes que aspirando a conquistar cargos públicos, no son capaces de entender, que no pueden ir caminando con rencores e ideas vengativas sobre sus espaldas, producto de traumas que exhiben su verdadera personalidad. Es decir que no pueden pensar ni con las vísceras, ni con los pies.
Y tal vez, se pueda aceptar, aunque no justificar, como parte de la condición humana, que el tiempo y las circunstancias puedan llevar a las personas a cargarse de pensamientos y energías negativas, pero los y las que andan en la política buscando oportunidades mayores, lo menos que pueden hacer es poner de momento poner su mejor rostro ante los demás.
Porque se está viendo que algunos de estos personajes cargados de traumas batallan hasta para reírse y de vez en cuando miran de reojo, como acariciando la posibilidad prematura de cobrar facturas anidadas en cerebros oxidados y llenos de telarañas.
En ocasiones los electores votan por personas que conocen y que consideran de buen trato y fácil acceso, pero que ya en el usufructo del poder, miran cambios , eso es clásico, pero que quienes “apenas” andan tratando de conquistar sus sueños, tengan el alma llena de odios y amarguras… ¡ese es un lujo que no se pueden dar!.
Para los políticos ha llegado el tiempo de las sonrisas, los abrazos, apapachos, de mostrar su mejor rostro porque sus intenciones así lo exigen, no es el momento de sacar frustraciones ni rencores, que finalmente van a ir en su contra, porque para comenzar representan el principal riesgo de perder una elección constitucional.
Y finalmente, si la suerte es buena y logran –sea como sea- llegar al poder, terminan por darse cuenta que no pueden destruir a nadie, porque como servidores públicos, son más vulnerables que cualquier ciudadano.
Así que se desgastan y odian en vano, aunque en eso contribuyen sus colaboradores más cercanos, que se mantienen en primer círculo gracias a los litros de miel que derraman diariamente en los oídos de los políticos… y del excremento que les inyectan en el cerebro, al llevarles toda clase de chismes en el afán de quedar bien.
Y los políticos imberbes, que todavía no cursan ni el kínder en ese mundo, son presa fácil de los aduladores y chismosos, que se afanan en multiplicar sus demonios internos, para que cuando llegue la borrachera del poder –o antes- muestren su verdadera personalidad, aunque como dije antes, todo esto, funcione exactamente en contra de ellos y ellas mismas.
Pal baile vamos.