Ubicado en la parte sur la colonia “Américo Villarreal Guerra”, sobre una superficie de mil 05 metros cuadrados justamente detrás del cementerio conocido como “jardines de la paz”, se localiza el panteón forense de San Fernando, un espacio que esta convertido en todo un misterio para la población en general, donde se almacenan restos de cientos de personas que no están identificadas.
Se trata principalmente de osamentas completas o partes, de personas que por alguna razón no han sido identificadas y que en su mayoría han muerto como efecto de la violencia que vive el país y donde Tamaulipas no es ajeno, pero el tema es la manera como lo manejan las autoridades, con un sigilo que raya en clandestinidad.
Ahí yacen los restos de al menos diez personas que murieron aquí –oficialmente- a causa de Covid 19 durante la peor época de la pandemia y los demás despojos corresponden a personas que no se encuentran identificadas y de las que en buena medida, no se hicieron los suficientes esfuerzos institucionales por saber sus identidades.
Lo que ocurre en el interior del perímetro que abarcan las instalaciones del panteón forense de San Fernando que fue construido en la anterior administración estatal e inaugurado en el año 2021, es un enigma para la población, incluyendo a familias que viven en las cercanías y que alcanzan a ver por el movimiento de vehículos, cuando entran y salen del espacio fúnebre.
Su acceso además no está permitido al público, lo que no deja de causar extrañeza y hasta pensamientos maliciosos entre los habitantes de ese sector de la cabecera municipal, que no entienden porque el hermetismo tan escrupuloso que se emplea para seguir almacenando más restos, lo que al contrario, debería ser motivo de difusión, tratando que personas que buscan a sus familiares desaparecidos, se acerquen para las pruebas periciales.
Nunca en una información oficial se ha dicho nada al respecto; cuando se anunció que iba a ser construido el panteón forense de San Fernando se mencionó la apertura de 500 gavetas, con un costo altísimo, entre 7 y 9 millones de pesos, que de acuerdo a las características, no costó ni la mitad.
Fue otro de “los negocitos” de los señores que ya se fueron, pero que antes, dejaron temblando las arcas de Tamaulipas.
Vuelvo con el tema de la reticencia oficial en el uso de este espacio, del que aquí nadie sabemos nada, ni de su capacidad de almacenamiento, en qué nivel se encuentra, si cubre las normas sanitarias y elementalmente… que los restos que ahí se guardan, se encuentren en condiciones dignas,
Porque aunque las personas ya estén muertas y sin identificar, merecen al menos, que después del infortunio en que perecieron, lo que aún queda de ellos, tenga el trato respetuoso que merecen.
Es muy fácil decir que en las condiciones que se encuentran sus restos, la forma como se encuentren es lo de menos.
Pero… ¿pensaríamos lo mismo si ahí estuviera alguien de nuestra familia?.
Se vale opinar.