No hay razón para etiquetar un mes o un día para rendir homenaje a todas las mujeres del mundo, sin importar su color de piel, situación económica o social.
Si partimos que todos venimos de una mujer, los demás argumentos salen sobrando; tan solo por ser el origen de nuestra existencia, las mujeres, madres, abuelas, tías, hermanas, primas, sobrinas, nietas, bisnietas etc., merecen siempre, en todo momento y lugar, estar en el centro de nuestras vidas.
Pero… en este país se ha determinado que el día 8 de marzo, sea El Día Internacional de la Mujer, fecha que se ha utilizado para vestir fastuosos escenarios y pronunciar enjundiosos mensajes oficiales para destacar los avances que se han registrado en los derechos de las féminas y en México que somos bastante “novedosos” nos ha dado por llamar a este, como “el mes de la mujer”.
Peor sería si no existiera una fecha destinada para reconocer el valor de las mujeres en todos los aspectos de la humanidad, su talento y determinación que en todas las regiones del planeta han sido básicos para las grandes transformaciones, luego de una larguísima época de oscurantismo, que les relegó a una injusta clasificación de inferioridad.
En cada mujer hay un ángel capaz de hacer cosas extraordinarias, que generalmente aceptan, a estas alturas y con mucha normalidad la subordinación milenaria que les tocó vivir, pese a que las leyes las protegen y les dan un sitio que muchas féminas todavía no asimilan.
Su rol diario representa un eje incansable de lucha por el bienestar de las familias; las vemos por todas partes, convertidas en arietes de las demandas sociales y en mártires de libertades que no terminan de conseguirse, porque no habría discriminaciones, hostigamientos, feminicidios ni agresiones físicas y violencia sicológica contra las mujeres.
Es cierto que el mundo registra cambios portentosos, pero hay mentalidades que se niegan a reconocer esos avances y en México, así como en otras regiones del planeta, el machismo no acaba de extinguirse, mientras que la violencia de genero sigue presente, sin respetar siquiera las fechas en que se festeja a las mujeres.
Mientras llega el dio que tengan su verdadero lugar, las seguiremos festejando con esa veneración que se merecen, por embellecer al mundo no solo con su presencia física, sino también por su ternura, su bondad, su generosidad, su determinación y valor para hacer frente a todos los desafíos, en una incomparable concentración de virtudes, que las convierte en seres muy especiales.