La muerte de una persona en cualquier caso es lamentable, pero cuando alguien pierde la vida por su propia mano, se abren profundas interrogantes que por mucho tiempo se quedan flotando en el ánimo social, sobre los posibles motivos que han tenido hombres y mujeres, que han optado por tomar la falta determinación.
En menos de una semana, en San Fernando se registraron dos suicidios de personas conocidas y estimadas por la sociedad local, gente de trabajo que supo ganar um lugar en el corazón de sus familiares, amigos y personas que los conocían.
Ambos casos fueron motivo del más amplio interés, según refleja la participación de cientos de usuarios de las redes sociales expresando el pésame a sus familias, que como es entendible, han pasado por momentos muy dolorosos, a raíz de estos trágicos acontecimientos.
Sabemos que las personas deciden cortarse la existencia por distintas causales, entre las que destacan: problemas sentimentales, económicos y de salud, sin descartar las alucinaciones o estados de exaltación mental que pueden producir el alcohol y los enervantes, aunque otros factores.
Así como la mente es el arma más poderosa de los humanos, fuera de control se convierte en una herramienta de autodestrucción, que da sus primeras señales nocivas en cuadros depresivos que suelen aparecer días o momentos antes de tomar la decisión de abandonar este plano terrenal.
Le comento esto, porque hay ocasiones en que vemos que amigos o familiares presentan cuadros depresivos que pasamos por alto, considerándolos estados de ánimo pasajeros, sobre todo cuando se trata de personas que por naturaleza son introvertidos o que conocemos como muy serios.
De ninguna manera pretendo hacer un estudio sicológico que es materia de los profesionales, simplemente tocar un tema que no veo que nadie aborde, pese a que cuando sucede un incidente de este tipo, deja graves secuelas en las familias y en la propia sociedad, por el hecho de vivir en una población relativamente pequeña, donde buena parte de sus habitantes se conocen.
Alguna autoridad podría hacer talleres en las colonias, comunidades y zonas pesqueras –por ejemplo- y también difundir por todos los medios a la mano, las técnicas que existen para luchar contra la depresión, que parece ser el primer aviso de las determinaciones fatales.
Lo peor que puede pasar, es que las personas sigan acabando con sus propias vidas y que nadie diga ni haga algo, porque se supone que los individuos se aglomeran en sociedades para ayudarse a sobrellevar las cargas de la vida y enfrentar juntos, los problemas comunes, comenzando por formar barreras de prevención o escudos contra las amenazas, pasemos por alto este concepto.
La rapidez de los tiempos, nuestras propias ocupaciones y problemas, a veces nos impiden ver por los demás, pero podríamos hacer el esfuerzo por observar cuando menos a los que tenemos más cerca, porque dos suicidios en una semana, además de la reflexión, tienen que generar acción, antes que se conviertan en una moda, que absolutamente nadie queremos pase en nuestro entorno social y familiar.
Esta es mi opinión en un mundo con una amplia diversidad de ideas, con el objetivo de abrir el tema y que hablen los que sepan más y aquellos que quieran proponer algo para frenar las inclinaciones a quitarse la vida, cuando existen métodos científicos para enderezar el ánimo caído, pero donde también es básico el afecto, la comprensión y la atención de quienes se mueven alrededor.