La política siempre ha despertado enconos y pasiones, lo sé a través de la experiencia en docenas de procesos electorales que me ha tocado vivir como parte de mi trabajo y donde veo que las formas no cambian… ni las actitudes.
Hoy veo confrontaciones que no tienen sentido, a personas que dan toda la apariencia de razonar de manera equilibrada perdiendo la vertical, cuando se trata de proteger la imagen de sus políticos preferidos o denostar a los competidores, en condiciones que abonan poco al raciocinio.
Tal parece que con las discusiones que arman, donde a veces salen a relucir expresiones del más grueso calibre, esperan darle rumbo a los resultados en las urnas, como si creyeran que arreglan algo con los sainetes que protagonizan.
Defienden más a los candidatos que sus propias esposas y sus hijos; el fanatismo llega a tanto que hasta se dan el lujo, en tiempos de crisis –para algunos- de amarrar apuestas sobre el resultado de las elecciones, con lo que solo consiguen hacer más grandes los resentimientos.
Esa es política a la mexicana, como la que corre por las venas en las carreras de caballos o donde hay sangre, ejemplo las peleas de gallos, donde siempre se juega a ganar o perder en toda la extensión de la palabra, sin lugar a la comprensión y menos a la compasión.
Tamaulipas vive –otra vez- un proceso electoral, en este caso para elegir Gobernador del Estado, que requiere de la participación ciudadana en las urnas para definir con la mayor claridad la voluntad de las mayorías, pero esto se puede hacer de manera tranquila, consciente, ordenada y respetuosa, con la tolerancia que permite el respeto a las ideas y las preferencias ajenas.
Porque nadie está obligado a pensar igual que otros; en la diversidad del pensamiento está el punto de coincidencia del desarrollo humano, tal vez algún día, cuando pasen cosas peores a los que ya hemos vivido, podremos concluir que la política es un buen tema para interactuar, pero no para pelear.
Es un excelente motivo para debatir, pero sin pretender aplastar opiniones que no coinciden; en este proceso veo que lamentablemente las personas no quieren cambiar el estilo y siguen metidos en la discusión monótona, dando vueltas en círculos de expresiones que repiten como una letanía, sin respeto a los demás y sin comprender el ridículo que hacen, al defender causas que están muy lejos de sus intereses, porque los candidatos… ¡ni en el mundo los hacen!.