La mastografía que María Alejandra se hizo en la primavera de 2018 reveló una lesión en el seno derecho. Un cuadrante del tejido fue enviado a biopsia para confirmar el diagnóstico de cáncer ductal infiltrante. En ese momento inició un camino que la llevó a “pisar el infierno sin haber muerto”.
La originaria de Monterrey, que en ese momento tenía 50 años, cayó en lo que representa una de las principales causas de mortalidad para mujeres en el mundo.
María Alejandra tomó la decisión de someterse a una mastectomía radical modificada. En la cirugía le quitaron el tejido mamario derecho, 13 ganglios linfáticos del brazo y el complejo areola-pezón, con el fin de evitar que el cáncer en la zona regresara. Debajo del músculo del pecho le colocaron un expansor que preparó a su organismo para una eventual reconstrucción que le devolviera la apariencia de su seno.
Ya no tenía mama, fue un precio muy alto que pagar. Al tercer día (de la operación) me tuve que bañar y enfrentarme al espejo. Literalmente quedas sin mama y con una herida grande que va desde la espalda hasta la parte de adelante. Había que lidiar con el dolor de la herida y con el dolor emocional de no tener seno”, comenta.
Los ganglios que le extrajeron fueron analizados para determinar si estaban contaminados; el resultado fue negativo, por lo que no tuvo que pasar por radioterapia o quimioterapia. Posteriormente inició un tratamiento con Tamoxifeno para detener la actividad hormonal que pudiera promover la reaparición del cáncer.
Semanas después de la mastectomía, inició la reconstrucción del seno derecho con inyecciones en el expansor para levantar la piel en la zona donde ya no tenía tejido. “Eso da mucho dolor porque se levantan el músculo y la piel, y te dan un medicamento porque el dolor es insufrible”, recuerda.
En la segunda cirugía a la que se sometió le quitaron el expansor y le colocaron un implante que le permitió salir ya con dos senos.
El propósito de los cirujanos es dejarte más o menos como estabas para que no te sientas afectada emocionalmente, que puedas sobrevivir y sigas adelante. Son reconstrucciones no invasivas, no tan dolorosas, pero como ya vienes de un proceso de cáncer todo te duele y te lastima”, menciona.
UN SEGURO LA AYUDÓ
María Alejandra se considera una mujer afortunada, ya que previamente había contratado un seguro de gastos médicos mayores que cubrió el diagnóstico, las cirugías y el tratamiento. Su equipo médico estuvo conformado por un ginecólogo, ginecólogo oncólogo y cirujano plástico.
Pero este seguro no cubría el desembolso de los implantes, ya que eran considerados como un gasto estético. El pago tuvo que cubrirlo ella misma.
El seguro no cubre gastos estéticos y yo tenía que costearlo. Además, no se trata de sólo una mama, el cirujano debe reconstruir ambas y tienes que tener dinero”.
Una tercera cirugía, que le reconstruiría el complejo areola-pezón, estaba programada para ese año. Pero el cansancio y el agotamiento mental y físico se habían apoderado de su vida, por lo que la pospuso para 2019.
Me hicieron una reconstrucción con piel propia que me tomaron de la ingle, aunque puede ser también de la rodilla o el codo. Fue la menos agresiva y dolorosa”, recuerda.
Las cirugías por las que pasó María Alejandra no sólo la libraron del cáncer de mama, también la llevaron a mejorar su calidad de vida, ayudar a otras mujeres con su testimonio y cuidar las lesiones físicas y emocionales que el proceso le ocasionó.
FUENTE EXCELSIOR