Ciriaco Navarrete Rodríguez
De manera muy sentida y humanista, el gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca –FJGCV-, en la Página Web de gobierno del Estado tiene grabado un elocuente mensaje de corte familiar y muy humanitario, en cuyo texto –a los tamaulipecos nos aconseja que cuidemos de la vida personal, familiar y social- lo cual ha sido de gran utilidad y hasta ha influido en la mentalidad de los arriesgados escépticos que durante varios meses se negaban a aceptar la veracidad de las sabias recomendaciones médicas.
Ojalá que entre mis amables lectores ya se hayan acabado los compatriotas ascéticos, por como soy biólogo, desde el surgimiento de la pandemia del Covid-19, fui consultado por varias personas que como parte de su incredulidad expresa, prevalecían sus dudadas, y a pesar de que se comportaros con marcada renuencia, actualmente me han expresado su personal agradecimiento.
Recuerdo que el más renuente es residente y oriundo de Tampico, reaccionó de manera violenta, pero tras la muerte de cinco de sus parientes, y varios de su círculo de amistades, me llamó muy apenado para darme las gracias por la certeza de mis orientaciones, y adicionalmente me confió, y me dijo que era tan torpe –con sus palabras
altisonantes- que tampoco le hacía caso a las acertadas y muy profesionales orientaciones del epidemiólogo Hugo López-Gatel.
Lo más importante es que actualmente, al parecer, ya casi no hay compatriotas escépticos s los hay, será porque no le tienen amor a su propia vida, pero en lo personal, ya no he recibido ningún comentario que se niegue a aceptar que la Pandemia causada por el coronavirus SARS-Cob-2 Cobid-19, es un padecimiento mundial, para el que no existen vacunas, porque apenas están en proceso de elaboración, en varios laboratorios del mundo.
Y si bien es cierto que la elaboración de vacunas, en el pasado, tardaba hasta seis años, también es verdad que los avances cinéticos y tecnológicos de estos tiempos en que nos ha tocado vivir y hasta sobrevivir, por fortuna ya es posible contar con la esperanza de que la tan esperada vacuna contra el coronavirus Cobid-19, se nos ha prometido de que los laboratorios de México y Argentina, por acuerdo de ambos gobiernos nacionales, en ambos países esa vacuna se empezará a aplicar en el primer trimestre del venidero 2021.
Me permito fortalecer el presente trabajo editorial con información relativa al descubrimiento de los virus a finales del Siglo XIX, razón por la cual, la humanidad ha sido víctima de las enfermedades y pandemias causadas por virus, y tal vez a esa ignorancia mundial se debió el surgimiento las brujas, los brujos y toda clase curanderos, que no han desaparecido totalmente, pues hasta en estos tiempos se les observan programas en la radio y en la televisión.
El estudio científico de los virus y de las infecciones que causan – comenzó a finales del siglo XIX, y a pesar de que Louis Pasteur y Edward Jenner desarrollaron las primeras vacunas para proteger a los humanos contra las infecciones virales, ellos no sabían que los virus existían.
La primera evidencia de la existencia de los virus se tuvo gracias a experimentos realizados que involucraban filtros con poros lo suficientemente pequeños para retener bacterias, pero fue en 1892, cuando Dmitry Ivanovski usó uno de estos filtros para demostrar que la savia de una planta de tabaco enferma permanecía contagiosa para la planta de tabaco sana a pesar de ser filtrada. Martinus Beijerinck, nombró a la filtrada e infecciosa substancia, un «virus», y su descubrimiento se considera que fue el inicio de la virología. El descubrimiento subsecuente y la caracterización parcial de los bacteriófagos hecho por Felix d’Herelle fue el catalizador de la especialidad de virología, pero ya en los inicios del Siglo XX diversos virus fueron descubiertos. A pesar de sus muchos logros, Louis Pasteur (1822–1895) fue incapaz de encontrar el agente causante de la rabia y especuló acerca de un patógeno muy pequeño como para poder ser detectado usando un microscopio de aquellos tiempos.
En 1884, el microbiólogo francés Charles Chamberland (1851–1931) inventó un filtro – conocido en la actualidad como el filtro de Chamberland – que tenía poros más pequeños que el tamaño de las bacterias de ese modo, Chamberland pudo pasar una solución que contenía bacterias a través del filtro, eliminando así las mismas de la solución. En 1892, el microbiólogo ruso Dmitry Ivanovski (1864– 1920) usó el filtro de Chamberland para estudiar lo que se conoce como el virus del mosaico del tabaco y sus experimentos demostraron que hojas molidas extraídas de una planta de tabaco infectada permanecía infecciosa incluso después de la filtración, Ivanovski, por su parte, sugirió que la infección pudo haber sido provocada por una toxina producida por una bacteria, pero no desarrolló esa idea. En 1898, el microbiólogo holandés Martinus Beijerinck (1851–1931) repitió los experimentos y quedó convencido que esa savia filtrada contenía una nueva forma de agente infeccioso.
Él observó que el agente se multiplicaba solamente en células que se estaban dividiendo y lo llamó un contagium vivum fluidium (germen viviente soluble) y reintrodujo la palabra virus.
Beijerinck precisó que los virus tenían una naturaleza líquida, una teoría que fue desacreditada más adelante por el bioquímico y virólogo americano Wendell Meredith Stanley (1904–1971), el cual, demostró y comprobó que eran partículas. En el mismo año, Friedrich Loeffler (1852–1915) y Paul Frosch (1860–1928) utilizaron un filtro similar para pasar el primer virus animal y descubrieron la causa de la fiebre aftosa del ganado.
Actualmente se sabe que la estructura de todos los virus está formada por ácido desoxirinucleico, pero no se encuentran dentro de la categoría de seres vivos, y tan poco se pueden reproducir, sin embargo, sí se multiplican de manera muy rápida.