Sufrir por una ficha
Diputados en la frontera
“¿Me aceptas una copa?”. La linda Dulcibel no respondió palabra a la invitación de Pitorrango, pero hizo un movimiento afirmativo con la cabeza. Poco después le dijo el avieso galán: “¿Te gustaría conocer mi departamento?”. De nueva cuenta no se oyó la voz de Dulcibel, pero la muchacha hizo por segunda vez con la cabeza un gesto de aceptación. Ya en el departamento propuso el salaz tipo: “¿Vamos a la cama?”. Otra vez silencio de Dulcibel, pero otra vez el “sí” con la cabeza. Al terminar el amatorio trance Pirorrango le preguntó a la chica: “¿Por qué aceptaste todas las propuestas que te hice, pero sin palabras, moviendo sólo la cabeza?”. Explicó Dulcibel: “Es que mi mamá me ha dicho que no debo hablar con desconocidos”. Doña Macalota le anunció a su esposo don Chinguetas: “”Voy a la sala a ensayar el aria ‘Caro nome’ que cantaré en la velada del Club Melba”. Le pidió don Chinguetas: “Déjame primero salirme a la calle. No quiero que los vecinos vayan a pensar que te estoy golpeando”. Mamá Coneja le preguntó a Papá Conejo: “¿Por qué Conejito regresó tan contento de la escuela?”. Respondió Papá Conejo. “Parece que en el camino aprendió a multiplicar”. Don Cucoldo les contó a sus compañeros de oficina: “Le retorcí el pescuezo al perico de la casa. Pasé frente su jaula y me llamó cornudo”. “¡Pobre pájaro! -se condolió uno-. ¡Un mártir de la verdad!”. El papá de Pepito comentó: “Si no fuera por el niño mi esposa y yo ya nos habríamos divorciado. Ni ella ni yo queremos quedarnos con él”. El doctor Ken Hosanna le pidió a su enfermera: “Por favor, señorita Florence, tráigame mis píldoras tranquilizantes. Ya llegó la paciente 90-60-90”. El padre Arsilio dio una conferencia con el tema “Las venturas del matrimonio”. Uno de los asistentes se volvió hacia su vecino de asiento y le dijo: “Me gustaría saber tan poco del tema como él”. Un marciano le informó a su líder: “Chocaron dos platos voladores de nuestra flota, jefe, y se hicieron pedazos. Pero no se preocupe: ninguno de los dos era de la vajilla fina”. Pirulina le dijo al señor cura: “Anoche hice el amor con mi novio”. “De penitencia -le impuso el confesor- rezarás 10 padrenuestros”. Repuso Pirulina: “Écheme 20 de una vez, padre. Lo más probable es que esta noche repitamos”. El excitado pulpo le dijo a la enojada hembra: “Pero, mi vida. ¿por qué crees que se llaman ‘tentáculos’?”. Doña Holofernes, la esposa de don Poseidón, se preocupó bastante: su hija Glafira fue a estudiar a la ciudad y tuvo que compartir el mismo cuarto con otro estudiante. “La habitación es muy pequeña -le contó la muchacha a su mamá-, tanto que debemos acostarnos en la misma cama. Pero no te preocupes, mami: todas las noches ponemos una almohada entre los dos”. “¡Santo Cielo! -se alarmó doña Holofernes-. Pero ¿y si los asalta la tentación?”. Respondió Glafira: “Cuando eso nos sucede quitamos la almohada”. “Señor Presidente: a pesar del riesgo de contagio ¿seguirán las mañaneras?”. “Me canso ganso”. “Todo indica que el coronavirus se originó en China”. “Acá lo trajeron nuestros adversarios: los neoliberales, conservadores y fifís”. “Todos los gobiernos están alarmados, pero el suyo parece estar tranquilo”. “Nosotros somos distintos”. “Algunos piensan que hay irresponsabilidad de su parte”. “Eso calienta”. “¿Qué les responde usted a quienes eso dicen?”. “Fuchi caca”. “¿Se tomarán medidas eficientes contra la pandemia?”. “Lo que diga mi dedito”. “Usted sigue besando niños y abrazando a sus partidarios”. “No hay peligro: me cuida el pueblo bueno y sabio”. “El contagio cunde”. “México está retebien”. “La epidemia es sumamente peligrosa”. “Yo tengo otros datos”. FIN.
Mirador
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
Desde que su hijo Antonio se perdió en la guerra del francés doña Mercedes de la Peña y Peña no volvió a sonreír.
Su retrato en la antigua casa del Potrero la mostraba, según se cuenta, con un aire de infinita tristeza. Así murió, con ese gesto de melancolía en el rostro.
Un año después de la muerte de su madre Antonio apareció. Llegó al rancho cuando ya nadie lo esperaba y relató que una herida de sable en la cabeza lo hizo perder primero el sentido y luego la razón y la memoria. Lo encontraron en el monte unos campesinos y lo ocultaron en una cueva. Después de largos meses volvió a su ser. La guerra había terminado. En cuarenta jornadas a caballo regresó al Potrero. Ahí se enteró de que en su ausencia su madre había muerto, seguramente por el dolor que le causó la pérdida de su hijo.
El retrato de doña Mercedes se encuentra aún en la casona de Ábrego. Se le puede ver sobre el piano de mesa de la sala. Pero no está triste ya, como se dice que estaba antes. Su rostro está iluminado ahora por una bella sonrisa de felicidad
Misterios de la fotografía.
¡Hasta mañana!…
Manganitas
Por AFA.
“. Cierran el Museo del Louvre.”.
Lo cerraron muy de prisa,
y con carácter de urgente,
por temor a que la gente
contagie a la Mona Lisa.