Ante el coronavirus es recomendable evitar la psicosis pero también su banalización: en la mayoría de casos, el COVID-19 es una enfermedad benigna, pero también se cobra vidas entre los más frágiles y puede acabar saturando hospitales, con consecuencias dramáticas.
¿Quiénes están más expuestos?
La mortalidad aumenta netamente con la edad: es lo que demuestra un amplio análisis publicado el 24 de febrero por investigadores chinos en la revista medica estadounidense Jama.
De casi 45 mil casos confirmados, la tasa media de mortalidad fue de 2,3%, con ningún deceso entre menores de 10 años. Hasta 39 años, la tasa es muy baja, de 0,2%. Aumenta hasta 0,4% entre los cuadragenarios, 1,3% entre los 50-59 años, 3,6% entre los 60-69 años y 8% entre los 70-79 años.
Las personas mayores de 80 años son las más expuestas con una tasa de mortalidad de 14,8%.
Otro factor de riesgo es el hecho de sufrir una enfermedad crónica, como una insuficiencia respiratoria, una patología cardíaca, un cáncer, antecedentes de AVC…
Un estudio chino publicado el lunes por la revista The Lancet, realizado con 191 pacientes, estudió los factores asociados a un riesgo de mortalidad.
«Una edad avanzada, el hecho de presentar signos de sepsis (o septicemia, infección generalizada) al ingresar en el hospital, y males subyacentes como hipertensión y diabetes» fueron «factores importantes asociados a la muerte de los pacientes», señaló uno de sus autores, el doctor Zhïbo Liu.
Pero las personas más expuestas al nuevo coronavirus no deben entrar en pánico.
«Cuando un contagiado muere a los 85 años, el coronavirus no es lo que lo mata», sino a menudo «las complicaciones que sufren sus órganos que ya no funcionaban debidamente», afirma a la AFP Michel Cymes, médico y figura televisiva en Francia.
Lo mismo sucede con los enfermos de males crónicos.
Para el profesor francés Jean-Christophe Lucet, el riesgo atañe sobre todo a los pacientes aquejados de formas severas de estas enfermedades. «Hay que ser extremadamente claros» sobre este punto, subraya a la AFP.
¿Cuántas personas pueden morir?
Según el estudio del 24 de febrero, la enfermedad es benigna en 80,9% de los casos, «grave» en 13,8% y crítica en 4,7%.
Del total del número de casos confirmados en el mundo, el COVID-19 mató a alrededor de 3,5% de los enfermos, con disparidades entre países. La última cifra oficial de muertos es de más de 5.000.
Pero esta tasa es poco fiable, ya que se ignora el número de personas realmente infectadas. Puesto que muchos pacientes apenas tienen síntomas o son asintomáticos, el número de contagiados es probablemente muy superior al detectado y por lo tanto la tasa es seguramente más baja.
Si se tiene en cuenta una estimación que incluye los casos no detectados, «la tasa de mortalidad se sitúa en torno al 1%», explicó el miércoles Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, ante el Congreso.
Pero la peligrosidad de una enfermedad no solo depende de su letalidad, sino también de su facultad de expansión.
Incluso con una tasa de mortalidad de 1%, «esta cifra puede ser consecuente si 30 o 60% de una población se contagia», subraya Simon Cauchemez, del Instituto Pasteur de París.
Por otro lado, entre los 130.000 casos registrados desde el inicio de la pandemia en el mundo, más de la mitad ya se curaron, según la Universidad Johns Hopkins, de Estados Unidos.
¿Cuáles son las diferencias con la gripe?
Pese a compartir síntomas como la fiebre y la tos, el coronavirus no es como una «simple» gripe.
Primeramente, parece más letal, puesto que la gripe tiene «una mortalidad de 0,1% y esta enfermedad es 10 veces más mortal», según Fauci. La OMS estima que la gripe se cobra cada año entre 290.000 y 650.000 muertos en el mundo.
Además, los expertos temen que las formas graves de COVID-19 puedan afectar a una mayor parte de la población que la gripe.
El COVID-19 «no es una simple gripe, puede manifestarse gravemente en personas no tan mayores», subraya el número dos del ministerio francés de Sanidad, Jérôme Salomon.
Según un estudio chino –sobre un número reducido de pacientes, de 1.099– 41% de los casos graves tenían entre 15 y 49 años y 31% entre 50 y 64 años (frente a 0,6% para los menores de 14 años y 27% para los mayores de 65 años).
Además, a diferencia de la gripe, «no estamos protegidos» contra el COVID-19, recuerda Salomon: «No hay vacunas, no hay tratamiento» y el hombre no está naturalmente inmunizado contra este nuevo virus.
Los virus de la gripe y del COVID-19 sí tienen en común que su propagación se combate de la misma forma a nivel individual.
Es lo que se denomina las medidas barrera: evitar estrecharse la mano, besarse, lavarse las manos con frecuencia, toser y estornudar en el hueco del codo o en un pañuelo desechable, llevar una mascarilla cuando se está enfermo…
¿Se saturarán los hospitales ?
Es el principal peligro de la pandemia: un auge brusco de los casos, que conduciría a un flujo masivo de pacientes en hospitales, desbordándolos.
Esto no solo complicaría la hospitalización de enfermos graves con COVID-19, sino también de todos los demás. La situación empeoraría si el personal médico empezara a contagiarse a su vez, dejando de atender a los pacientes.
«Debido a este doble factor –una sobrecarga de trabajo con menos personal–, los enfermos con patologías urgentes no podrían ser tratados a tiempo y correrían el riesgo de morir», explica a la AFP el médico belga Philippe Devos, especialista en reanimación.
En las redes sociales, muchos médicos alertan del riesgo de saturación de los hospitales.
Estos expertos recuerdan a los internautas la importancia de que cada uno aplique las medidas para luchar contra el coronavirus, unas alertas que en Twitter se resumen bajo la etiqueta en inglés #FlattenTheCurve (allanar la curva).
La comunidad médica busca así llamar la atención sobre la responsabilidad de cada uno, con el fin de frenar la epidemia prolongándola en el tiempo. De esta manera, el auge será menos brusco y el volumen de pacientes simultáneos no desbordará el sistema hospitalario.
¿Y los animales de compañía?
El caso de un perro diagnosticado «un poco positivo» en Hong Kong con un amo contagiado planteó el interrogante de posibles contagios hombre-animal.
Pero los científicos insisten en el hecho de que se trata de un caso aislado y que no sirve para sacar conclusiones.
«A la luz de los conocimientos científicos disponibles, no existe ninguna prueba de que los animales de compañía o ganadería desempeñen un papel en la propagación del virus SARS-CoV-2», estimó el miércoles la agencia de seguridad sanitaria francesa ANSES.
Según sus expertos, la detección del virus en las cavidades nasales y bucales del perro de Hong Kong no es una prueba de infección del animal. Barajan más bien la posibilidad de un «contagio pasivo» (supervivencia del virus sobre una mucosa sin que se reproduzca), llamando no obstante a realizar estudios complementarios.
FUENTE EXCELSIOR