POR ARMANDO FUENTES AGUIRRE –CATON-
Gran diferencia hay entre el Cielo y el Infierno. (Pongo la palabra “Infierno” también con mayúscula por aquello de la igualdad de oportunidades). En el Cielo los cocineros son franceses, los policías son ingleses, los mecánicos son alemanes, el gobierno es administrado por suizos y los encargados de la diversión son mexicanos. En el Infierno los cocineros son ingleses, los policías son alemanes, los mecánicos son franceses, los encargados de la diversión son suizos y el gobierno está administrado por mexicanos. Eso de la rifa del avión presidencial ha convertido a nuestro país en motivo de la irrisión del mundo. A lo largo de los años he hecho amigos de diversas nacionalidades, y con ellos mantengo comunicación. Todos me dicen que en sus respectivos países la mentada rifa es motivo de chunga, chirigota, chocarrería y chacota. Uno de esos amigos me relató un cuentecillo picaresco, el de la mujer que tenía una hija guapa. Eso era lo único que tenía: sufrían pobreza y las dos pasaban hambre. Así, se decidió a rifarla, e hizo diez boletos de mil pesos cada uno para venderlos entre los ricos del pueblo. El primero al que le ofreció uno le dijo tras ver a la muchacha: “Deme los diez boletos”. “¡Caramba! -exclamó la mujer-. ¡Usted se la quiere sacar!”. “Todo lo contrario, señora -la corrigió el ricacho-. Todo lo contrario”. No cabe duda de que con su mentada rifa AMLO se ha metido en un berenjenal del cual no sabe ya cómo salir. Por principio de cuentas la tal rifa es ilegal, pues nadie puede disponer de lo que no le pertenece. Igual podría López Obrador rifar la Catedral Metropolitana, el castillo de Chapultepec o las pirámides de Teotihuacan. Luego, con esa rifa AMLO hace que el pueblo de México vuelva a pagar un bien -o un mal- por el que ya pagó con sus impuestos. Finalmente habrá que pensar en las penalidades que sufrirá el ganador o ganadora de la rifa. Desde luego el Presidente ya resolvió el arduo problema del estacionamiento, pero nada ha dicho de la cuestión, aún más ardua, del mantenimiento. En, fin, todo esto de la rifa del avión es un sainete, una risible astracanada que se explica sólo por la soberbia tozudez de López Obrador, incapaz de dar marcha atrás en sus determinaciones aunque la realidad le muestre que está equivocado. En este y otros casos nos vemos en presencia del más desorbitado absolutismo, y para colmo ni siquiera eficiente y bien orientado, sino totalmente ineficaz y carente de rumbo. Nada bueno augura para México la conducta de AMLO. Doña Macalota, la esposa de don Chinguetas, le contó a una amiga: «Con motivo de mi cumpleaños mi marido me regaló un encendedor». Preguntó la amiga: «Y ¿qué tal te salió?”. Contestó doña Macalota: “Tampoco funciona”. Dos mosquitos -zancudos- vieron un letrero: “Campo nudista”. Le dijo uno al otro: “Entremos. Me han dicho que aquí el buffet es variado y abundante”. Pepito se entretenía con el estuche de química que en Navidad le trajo Santa Claus. Sacó de él un objeto metálico y lo clavó con un martillo en la pared. Su abuelo le preguntó, curioso: “¿Qué clavo es ése?». «No es un clavo -respondió Pepito-. Es un cordoncito. Lo mojé en un líquido que elaboré con mi estuche de química, y al contacto con ese líquido el cordoncito se endureció en tal forma que pude clavarlo en la pared”. Le pidió el abuelo: “Préstame ese líquido. Si produce el efecto que espero te regalaré una bicicleta». Al día siguiente el abuelo, con una gran sonrisa, le entregó a Pepito un coche del año. El chiquillo se asombró. “Me dijiste que me ibas a regalar una bicicleta”. “Eso te dije -replicó el maduro señor-. Lo del coche fue idea de tu abuela”. FIN.
Mirador
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
John Dee era dueño de la mayor biblioteca de su tiempo.
Toda la sabiduría de los antiguos y modernos se contenía en ella. Sus volúmenes guardaban las ciencias y las artes que el hombre había creado en su largo devenir.
A los 50 años de su edad Dee descubrió que en ninguno de sus libros, ni en todos ellos juntos, estaba la respuesta a las preguntas que se hacía, sencillas y profundas a la vez:
¿Quiénes somos?
¿De dónde venimos?
¿A dónde vamos?
Entonces John Dee vendió su biblioteca y repartió el dinero entre los pobres.
Dijo a sus amigos:
-Ahora tengo la certidumbre de que mis libros han servido para algo.
¡Hasta mañana!…
Manganitas
Por AFA.
“. Los chinos hicieron un hospital en 10 días.”.
Digámoslo sin engaños
por más que se escuche mal:
para hacer un hospital
aquí tardamos 10 años.