Por Aristeo Manilla García
Las campañas electorales entraron en la recta final de los tiempos permitidos por la autoridad en la materia, en un escenario convulsionado, donde las descalificaciones y calumnias personales se han convertido en los principales ingredientes de un proceso que merecía un manejo más limpio.
En San Fernando –al menos- todos nos conocemos, de tal suerte que santificar a un diablo no funciona y tampoco satanizar a una persona honesta; no va por ahí.
“Por sus actos los conoceréis” reza una cita bíblica, que en tiempos de política aplica al dedillo; a los electores los convencen más fácilmente con una despensa, dinero en efectivo o una promesa, que con expresiones injuriosas, que en automático evidencían el interés de causar daño a una imagen, porque generalmente las peores publicaciones proceden de perfiles no identificables.
Hace poco más de una década, cuando las redes sociales comenzaron a ponerse en su apogeo, las acusaciones anónimas producían al menos el efecto de la duda; en la actualidad es difícil que alguien con sentido común acepte a ciegas algo que no le consta.
Un truco muy gastado en la política, es señalar que determinado candidato o candidata tiene nexos con un grupo u otro de la delincuencia, pero hemos visto cientos de publicaciones en ese tenor sin que pase nada; sin que maten o secuestren a alguien y es muy simple; quienes dirigen las organizaciones al margen de la ley, saben la finalidad de esos posts y simplemente, no les siguen el juego.
Meterse con la vida personal de los actores políticos es otra de las tretas acostumbras; si es varón que tiene amantes, si es mujer que engaña al marido y volvemos a lo mismo: nadie se anda divorciando por eso.
Las difamaciones en política ni construyen ni destruyen, solo son flatulencias en el medio ambiente, que con el paso de las horas o los días, terminan por disolverse, porque de manera irremediable, detrás de un hecho, de una noticia o de un vulgar chisme, siempre habrá otro, que venga a sustituirlo.
Y San Fernando es un municipio muy pequeño, donde todos nos conocemos, nos encontramos todos los días en las tortillerías, en el Oxxo, en Aurrera, en la plaza, los bancos oficinas públicas o mínimo, intercambiamos saludo a distancia desde los vehículos; con toda propiedad digo que podemos presumir de ser una gran familia, donde obviamente nadie tenemos obligación de pensar igual que los vecinos, amigos, compañeros de trabajo. Inclusive, ni siquiera que los miembros de nuestras familias.
Por eso, en la víspera de las elecciones del 6 de junio – 13 días- es buen momento para reflexionar y pensar su realmente queremos construir un nuevo gobierno a base de destruir una sociedad; hay muchos agravios que difícilmente se van a olvidar una vez que pasen las elecciones, porque le recuerdo que el que pega olvida, pero al que le pegan… nunca se le olvida.
Siempre se ha dicho que la política es un chiquero, repetirlo y aceptarlo es lo mismo, cuando la opinión social debería exigir procesos limpios, de propuestas y convencimientos, que si hay candidatos a candidatas marcadas por la sospecha de hechos de corrupción, para eso están los tribunales.
Pero que no echen lodo sobre las imágenes de quienes –alguno o alguna- en un momento dado se convertirá por voluntad del pueblo, o decisión de los tribunales, en la siguiente primera autoridad municipal de San Fernando.
¿Usted qué opina?….