Por Aristeo Manilla García
Atacar desde las sombras es un recurso común cuando se trata de campañas y temas políticos; es bastante fácil tratar de echar lodo a las imágenes de quienes se mueven sobre el escenario, aprovechando que quien acusa y grita, no tiene nombre, rostro ni apellidos.
Y en política ya se hizo costumbre que cuando se acercan las elecciones, surgan perfiles y paginas en redes sociales destinadas a destruir la reputación de los candidatos, pero ahora les ganó la pasión a los anónimos, porque desde el periodo de pre campañas, comenzaron con su “destructiva” labor.
Las comillas son porque el efecto que causan esas páginas y publicaciones no tienen el menor efecto en los resultados electorales; en San Fernando todos nos conocemos y podemos decir de manera coloquial, que todos sabemos de qué pata cojeamos.
Así que a través de una publicación que no tiene un responsable con rostro y nombre, pueden decir que una persona es asesina, pero las leyes no van a meter a nadie a la cárcel porque en una red social aparezca una expresión de este tipo… y la gente, el pueblo, que sabe quién es quién, aparte de no creer, se va a reír.
En contraparte, si en una publicación señalan que fulano o sutana son unas almas de la caridad, pero la sociedad los tiene por ladrones y sinvergüenzas… a nadie le van a picar los ojos, haciéndole creer, conceptos que son falsos.
Pero repito, esta es la política mexicana, una actividad que se lubrica con excremento, aunque hay que decirlo, la mayor parte de los políticos y de quienes se dedican a esa también apasionante actividad, lo hacen de manera limpia, confiando en sus experiencia y capacidades, sin necesidad de calumniar y atacar desde el anonimato.
Le digo esto, porque en San Fernando ya lo estamos viendo desde muy temprano, cuando todavía no hay ni candidatos oficiales, lo que augura que habrá muchas calumnias más durante los meses que vienen, buscando destruir imágenes y crear falsas percepciones entre la sociedad.
Por eso, cuando usted lea algo ofensivo o agresivo en contra de cualquier político, primero vea si conoce al titular del perfil o al administrador de la página; cheque cuantas personas lo siguen y cuánto tiempo tiene de antigüedad.
Ahí se dará cuenta si vale la pena leer comentarios elaborados con el afán de destruir, pero desde atrás, en lo oscurito, tirando la piedra y escondiendo la mano.