Por Aristeo Manilla García
Me llama la atención que ante airados señalamientos de corrupción con programas federales en la región, su titular, el maestro jubilado MARIO ELOY OCHOA GARZA, al momento no este moviendo un solo dedo para poner en claro las cosas, pese a que su prestigio se encuentra de por medio y tal vez, su permanencia en el cargo público.
Conociendo al funcionario desde sus tiempos de exitoso operador priísta, como un experto en polémicas y debates, me parece muy raro, que este siguiendo la política de los avestruces.
Considerando que no se trata solo de su reputación personal, sino de la imagen institucional que por obvias razones, se encuentra obligado a defender a costa de lo que sea; curiosamente permanece impasible ante los señalamientos que les hacen a través de las redes sociales.
El maestro ELOY OCHOA forma parte de una legión de forjadores de las actuales generaciones que se encuentra prácticamente en periodo de extinción, que lo mantiene ante los ojos de muchos como un modelo de rectitud, honestidad y devoción por la verdad.
Luego entonces ¿por qué se encierra en ese silencio abismal, cuando lo señalan de cometer o solapar actos de corrupción?… A mi juicio se trata de una persona honesta, pero quienes se encargan de señalar actos indebidos, merecen siquiera el beneficio de la duda.
Luego… se contabilizan por docenas los casos de personas que se quejan de la desatención del funcionario federal, que nunca tiene tiempo de atenderlos. ¿para eso quería el cargo público?.
El sub delegado regional de programas federales vive en una burbuja, alejado del pueblo, al que una vez le pidió el voto para ganar las elecciones municipales de San Fernando bajo las siglas de MORENA y que la sociedad le negó, pese a una intensa campaña donde además de recorrer cientos de kilómetros a pie, dio muestras de una vasta erudición sobre la historia de México, convirtiendo a los ex Presidente BENITO JUÁREZ y LÁZARO CÁRDENAS en los ejes temáticos del proselitismo.
Sin duda que se trata de una personalidad de la vida regional, con un capital propio que se ha ido abollando por las constantes críticas sobre su desempeño como servidor público y de solapar o cometer actos de corrupción con recursos que jamás llegaron a manos de los beneficiarios.
Pero lejos de salir a dar la cara, de hablar con los quejosos, con una actitud que le hubiera envidiado “El Pípila” durante el episodio de la toma de la “Alhóndiga de Granaditas”, el maestro jubilado simula estar acorazado contra las críticas, confiando en que “no pasa nada”, mientras que tenga el respaldo de su jefe inmediato, sin tomar en cuenta que tanto va el cántaro al agua…