Ciriaco Navarrete Rodríguez
La señora Mariana Gómez Leal, esposa del primer mandatario de Tamaulipas, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, conjuntamente con los 43 comités del DIF, que operan en igual número de Ayuntamientos que conforman la geografía política estatal, a diario se esfuerzan por atender a las familias que más necesitan de los apoyos vitales que les proporciona esa humanista y magna institución gubernamental.
A primera hora de todas las mañanas, me consta que salen vehículos automotores cargados con víveres empacados en despensas cuyo destino variable, principia en esta capital victorense, y continua a los demás municipios de Tamaulipas, con el fin de rellenar todas las bodegas ubicadas en las cabeceras municipales, y en algunos Ejidos grandes que se encuentran en varias jurisdicciones municipales de la Entidad.
Para apreciar esa realidad altamente humanitaria que encabeza la señora Gómez Leal de García Cabeza de Vaca, será necesario ir, por las mañanas, a las bodegas en mención, porque esa es la manera más objetiva para dar testimonio de los referidos hechos, porque solamente de esa manera es posible combatir las dañinas especulaciones surgidas de las personas adineradas, y por ese motivo se les hace muy fácil darle rienda suelta a su sucia y muy dañina imaginación.
Es verdad que existen acciones gubernamentales altamente censurables pero debemos entender que en el grueso de los servicios humanitarios del DIF, está ausente la deshonestidad.
Lo más relevante de asunto que nos ocupa, siempre será el contenido de todas y cada una de las despensas que son entregadas a cada familia, es que vayan completas y bien limpias, lo cual es una de las más trascendentes exigencias del comité estatal del DIF Tamaulipas, que preside la señora Mariana Gómez de García Cabeza de Vaca.
Desde luego que debemos entender que nada es perfecto en el mundo en el que vivimos, pero siempre debemos cuidar de que vayan en buen estado todos los productos que son la materia básica de nuestra alimentación.
Esa es una de las premisas fundamentales de los operadores del Sistema DIF-Tamaulipas, y lo hacen por convicción propia, y no solamente por disposiciones superiores, de la necesidad de expresar nuestro personal reconocimiento a todas y todos los compatriotas que a diario cumplen con la sagrada tarea de llevar las provisiones que se les hacen llegar a numerosas familias tamaulipecas.
En realidad esa es una labor maravillosa y digna de encomio, por debemos saber que hay numerosas familias viven de esos apoyos humanitarios, ero para comprobarlo hay
que ir a los domicilios de las familias notoriamente más pobres, y les aseguro a propios y extraños, que al ver esa pobreza les van a dar ganas de llorar.
Esas son las realidades que todas y todos deberíamos conocer a fondo para que hagamos causa común con nuestros gobernantes a efecto de que todos hagamos lo que esté a nuestro alcance, y de nuestras posibilidades materiales y hasta económicas, porque es cierto que vivimos harto saqueado por nuestros malos gobernantes, pero en este caso, estoy apelando a las sagradas bondades de la sociedad tamaulipeca.
Y digo lo anterior el tema que nos ocupa nos obliga a reflexionar sobre su gran importancia y alto contenido humanitario, pero ejemplo original lo encontramos en las plausibles bondades de las propias clases sociales menos adineradas porque sus integrantes, casi siempre, son los primeros en ayudar a sus vecinos más necesitados.
Y asombrémonos, porque desde mi ya lejana infancia, por las enseñanzas humanitarias que recibí de mis padres y de mis abuelos, allá en las serranías del centro del Estado de Guerrero, donde vi la luz primera el día uno de mayo del año de 1941, desde aquellos ayeres aprendí a serviles a las familias más necesitadas.
Cumplí 79 años de edad el primer día de mayo pasado y recuerdo muy que mi padre les pagaba dos pesos con cincuenta centavos por día, a los peones que ocupaba en las labores agropecuarias, lo cual me pareció muy injusto, sin embargo, en aquel entonces, ese era el salario que se pagaba, pero recuerdo que lo convencí de que les subiera cincuenta centavos.
Los trabajadores se sintieron muy estimulados, a tal grado de que correspondían ese gesto llegando más puntuales al trabajo, y si al final de la jornada faltaban dos o tres surcos para terminar la siembra, la escarda, y en su caso la cosecha, sin demora alguna se ofrecías para terminar la tarea.
Dese luego que me estoy refiriendo a los lejanos tiempos en los que todavía el Real y el Tlaco, que usaban los patrones ancianos, como mis abuelas y abuelos, para pagarles a sus trabajadoras y trabajadores.
Los valores de aquellas monedas las podemos encontrar en la Internet, y vale la pena echarnos un clavado en esa basta información cuya utilidad es cuantitativa y cultural, lo mismo nos útil a los viejos que a todas las generaciones que vienen tras de quienes tenemos la fortuna de estar viviendo -horas extras-.
Es importante saber que durante el siglo XIX, el peso mexicano valía más qué e dólar norteamericano, fue hasta el año de 1899 cuando se presentó la devaluación más sensible, pero fue un hecho desastroso, y se debió a que hasta 1917, Constitución era democrática, y el día uno de mayo se convirtió en totalitaria, por obra y gracia del Congreso bolchevique de Querétaro. Esto último has López Obrador lo ignora.
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