Originario de la colonia Paso Real en el municipio de San Fernando, Modesto Álvarez Jaramillo, más conocido como “Moyo” fue un Policía Judicial del Estado que durante casi dos décadas de servicio, dejó constancia de su decisión por convertirse en un agente al servicio de la justicia.
Cuando tenía 15 años de edad ingresó al departamento de tránsito local, en un episodio de su vida, en que muchos recuerdan, como un caso que en su momento causó admiración y lo hizo ganar respeto.
En aquel tiempo, el jefe político de San Fernando era don Luis Esteban García Dávila, influyente personaje que desde la jefatura de la Oficina Fiscal del Estado, puso a todos los alcaldes que quiso; un día el personaje estaba al volante de una camioneta en una de las calles céntricas del pueblo, mal estacionado, cuando un jovencito agente de tránsito se le acercó para decirle que iba a infraccionarlo.
“Espérate muchacho no levantes la infracción, mejor te doy unos 20.00 pesos” fue la propuesta del personaje, que encontró una réplica que no esperaba, cuando el transito molesto por el intento de soborno, con todo y vehículo lo llevó hasta las oficinas de esa corporación, donde al verlo y saber la causa de su presencia, casi le provoca un infarto al responsable de ese departamento, que entre balbuceos pedía disculpas, por la imprudencia de su subalterno, al atreverse a arrestar a tan distinguida personalidad.
El jefe político por su parte, divertido con la acción del incipiente policía de vialidad y reconociendo su honestidad, al rechazar el soborno, le ordenó al funcionario no someterlo a ningún castigo.
Ese fue su debut en el servicio público, porque a la edad de 18 años, Modesto Álvarez Jaramillo, ya estaba ingresando a las filas de la entonces Policía Judicial del Estado, donde tuvo como primer comandante a Ignacio Maldonado Reyes –ya finado- y compartió su trabajo en la investigación y persecución de los delitos con otros agentes de San Fernando ya enrolados en la corporación, entre otros: Orlando Barboza Tirado –El Gory-, Tomás Salinas Villarreal, Rosario Vázquez, José Luis Aldape López y Porfirio Raya Rincón.
El 5 de marzo de 1985, agentes judiciales de San Fernando después de las cinco de la tarde perseguían por la salida norte de San Fernando una pipa que era custodiada por personas armadas, según reporte que habían recibido del guardia de vigilancia de una gasolinera del Paso Real.
Se trataba de un envío de droga de Jalisco con destino a Reynosa; en la revisión de la pipa, en el ejido “La Joya”, mataron al comandante Ramiro Lara Aguilar, el agente de la PJE Porfirio Raya Rincón, así como a tres de sus acompañantes, identificados como Humberto de León, del municipio de Cruillas, así como José Luis Rodríguez y Lorenzo Mallozzi, de San Fernando y quedaron mal heridos los agentes Luis Garza Cantú, José Luis Aldape y Miguel de Jesús Barajas. Esa vez, se salvaron Orlando Barboza, que estaba de guardia y “Moyo” Álvarez, que se encontraba franco.
Pero la mejor y peor hazaña de “Moyo” Álvarez sucedió en Matamoros Tamaulipas; el día 17 de mayo de 1991, cuando un grupo especial de elementos de la Policía Judicial del Estado bajo las órdenes del comandante Francisco Morales fueron comisionados para tratar de sofocar sangriento motín, desatado por la banda de Oliverio Chávez Araujo, un narcotraficante que tenía a sangre y fuego el control penitenciario, que en un enfrentamiento entre internos horas antes, había dejado un saldo de 17 muertos y docenas de heridos.
Los agentes judiciales lograron cruzar las rejas del penal y avanzar unos metros, cuando fueron recibidos por proyectiles que los reos les lanzaban, obligandolos a retroceder sobre sus pasos, hasta quedar de nueva cuenta en el exterior.
Fue entonces cuando al realizar un recuento de los efectivos, se dieron cuenta que faltaba un agente: entre la confusión y estampida buscando alcanzar la salida del penal, “Moyo” se quedó adentro, en grave peligro de muerte, de ser identificado como policía por los reos.
En ese momento se asociaron el instinto de supervivencia y la inteligencia natural del Policía Judicial; rápidamente “Moyo” se quitó la camisa, los zapatos, escondió la pistola y la placa y se puso a imitar a los reclusos que frenéticos, entre gritos y expresiones desbordadas, proseguían con un ritual demoniaco.
A los dos días, tras negociaciones con el mando dentro del penal, elementos de la PJE lograron entrar y rescatar a Modesto Álvarez ileso, quien después de esta terrible experiencia de sangre y muerte por doquier, sufrió algunas afectaciones de salud, que con el tiempo lo llevaron a retirarse del servicio.
A lo largo de esos años recibió varias heridas de bala, tuvo encuentros con elementos de la desparecida Dirección Federal de Seguridad –DFS- y vivió entre otras cosas, enfrentamientos con integrantes de grupos de la delincuencia organizada de aquellos tiempos, de tal suerte que encontrarse con vida puede considerarse como una proeza.
A sus 60 años de edad, “Moyo” Álvarez es un vencedor, porque después de serios peligros en su vida como agente de la ley y una serie de calamidades que soportó con heroísmo, hoy tiene la fortuna de estar a lado de su familia y poder narrar a sus hijos y nietos, las historias que vivió en sus tiempos como agente de la Policía Judicial del Estado en San Fernando y varios municipios del estado, tras experimentar lo que comenzó como un sueño de juventud, inspirado en el ejemplo de su padre, Don Esteban Álvarez García –q.e.p.d.-, que por algunos años, se desempeñó como agente de la entonces Policía Rural del Estado.