A TAMBOR BATIENTE
En uso de la libertad de pensamiento y albedrio que disfrutamos, siempre difiero cuando dicen que en México no hay Libertad de Expresión; hoy en el marco de la celebración de esa fecha, me gustaría comentarles algunos detalles al respecto.
Primero que en nuestro país, somos libres de decir lo que nos plazca, con y sin razón, de buena o de mala fe.
Que todo en la vida tiene consecuencias es cierto, por eso cuando decimos algo tenemos que calcular las consecuencias de nuestras palabras; si alguien quiere emborracharse y no padecer de lo que llaman “cruda”, hay que medir el consumo, así pasa con las expresiones.
Pero antes de hablar, nadie no está cerrando la boca, amenazando o tomando represalias; entonces es claro que si existe la Libertad de Expresión, lo demás decir es resultante de lo que decimos; no sé de nadie que hayan lastimado por decir un poema, de ahí rescato, que son los temas y las palabras que se usen, lo que determina la reacción.
Nuestro lenguaje es tan inmenso que le podemos decir corrupto al más sinvergüenza, pero con palabras aterciopeladas, que siempre terminar por dolerle más al destinario, que en ocasiones tiene que recurrir al diccionario para entender vocablos fuera de su alcance.
Tengo más de 40 años en el ejercicio del periodismo desde trincheras diferentes y jamás nadie, me ha impedido que escriba sobre los temas que más me acomoden; en ese tiempo recibí amenazas, porque en la juventud todos somos impetuosos y es común andar buscando “el hilo negro”, sin considerar los riegos.
Los principales enemigos de La Libertad de Expresión, que por cierto no es una garantía etiquetada para los periodistas, sino para todos los mexicanos en común, por lo general son los políticos y servidores públicos, que sintiéndose dueños de los destinos del pueblo, llegan a considerarse intocables y lanzan amenazas a diestra y siniestra ante cualquier crítica, pero la experiencia me ha enseñado que “perro que ladra no muerde”.
No me corresponde decir si he sido un buen o mal periodista, no me preocupa la calificación porque ya me encuentro cerca de jubilarme, pero si me inquieta ver aquí en lo corto, que quienes vivimos del periodismo, la mayoría somos adultos mayores o ya estamos en el umbral, mientras que no percibo por ningún lado los relevos, de tal suerte que en esta zona, el periodismo es una actividad en riesgo de extinción.
Y cuando pase – si ocurre- entonces la sociedad se dará cuenta, que los periodistas cubrimos una función que no todas las personas se atreven a ejercer: la crítica desde un espacio con nombre y apellidos, forma parte de esa tarea, para darle voz, a quienes no se atreven a manifestarse por sí mismos.
Hoy 7 de junio envío un saludo afectuoso a todos mis amigos y compañeros por esta fecha; tal vez no habrá celebraciones, por la pandemia o porque el 7 de junio cayó en domingo, pero no pasa nada, porque para practicar una de las garantías más sagradas del universo, no se necesita ninguna fiesta o convivio. Sobre todo cuando escribir o comunicar, de por sí ya es un placer, que se saborea con el mayor deleite.