Ciriaco Navarrete Rodríguez
Los políticos tradicionales y conservadores acaban de dar a conocer su recién creada y oscura convulsión social, con la que pretenden derrotar al partido Morena y a sus aliados en las elecciones federales intermedias.
Esa lucha social, por ahora, no parece tener suficientes seguidores, sin embargo, con el paso del tiempo pudieran acumular algunos millones de votos, pero se presume que difícilmente podrán superar las decisiones populares que apoyan y apoyarán cada vez más a los equipos políticos del presidente Andrés Manuel López Obrador.
En el supuesto caso de que los nuevos opositores declarados alcanzaran unos cuantos millones de votos para hacer ganar las elecciones de unos pocos diputados federales, según se observa el apoyo arrollador del presidente López Obrador es quien tiene todas las posibilidades de que su partido y sus aliados, si lo hicieron ganar con 30 millones de votos en el año 2018, esta vez se calcula que holgadamente cuenta con el triple de la votación que obtuvo el día primero de julio del año 2018.
Aunque parezca exagerada esa apreciación, en realidad no lo es porque los ciudadanos mexicanos derribaron a los partidos dirigidos por los políticos conservadores de la política tradicional que surgió con el arribo del presidente Lázaro Cárdenas el día 1 de diciembre del año 1934, y desde entonces solamente se ha gobernado al país mediante una dictadura disfrazada de presidencialismo.
Don Lázaro Cárdenas fue quien puso en pleno vigor la constitución Marxista Leninista de 1917, y desde aquel entonces nuestros padres y abuelos y las generaciones posteriores solo habíamos tolerado la política brutalmente centralista.
Aunque se diga que el general Cárdenas fue un gran presidente, lo cierto es que al poner en pleno vigor a la Constitución de 1917, inauguró el proceso de empobrecimiento creciente y la corrupción en todos los niveles gubernamentales y políticos, la cual, por si sola, dio lugar al hartazgo gubernamental que ahora ha combatido con total decisión el presidente López Obrador.
Ese hartazgo no se puede quitar con aspirinas, como si fuera una gripa, debido a que está totalmente arraigado en la mente del pueblo mexicano que se niega a seguir siendo víctima de todos los excesos y atrocidades de los presidentes mexicanos del pasado.
Son muchos los abusos y atrocidades que los gobiernos anteriores ocasionaron por medio de las fuerzas armadas, así como mediante la Policía Federal, quien a lo
largo de 84 años impuso los designios presidenciales por medio de los asesinatos a mansalva, la tortura, la ley fuga y la desaparición de aquellos líderes sociales que se atrevían a levantar sus voces opositoras y que con justa razón exigían la adopción de la democracia verdadera como régimen de gobierno.
Sobre ese particular, debo hacer una aclaración porque la exigencia por la que luchaban los opositores al PRI, igual que ahora, no tenían la menor idea de las bases estructurales de la democracia y quizá por eso no tuvieron éxito, porque por otra parte a lo largo de los 84 años que duró el presidencialismo todos los mexicanos pensábamos que nuestro gobierno era democrático.
Actualmente aunque el presidente López Obrador se asume como demócrata, evidencia que desconoce que la democracia debe surgir del modelo agrario de la pequeña propiedad de la tierra con el cual se debe desechar el de la propiedad ejidal y comunal.
Aunque la Ley Agraria Mexicana concibe la existencia de la pequeña y mediana propiedad de la tierra y de manera abusiva ha permitido la existencia de latifundios, de cualquier manera mientras prevalezca el ejido y la propiedad comunal, el único concesionario legítimo o dueño del país, es el presidente de la república en turno.
Lo señalado en el párrafo anterior es una verdad irrefutable, por lo que es prudente aconsejarle al presidente López Obrador para que aproveche la fuerza legislativa que mayoritariamente apoya a su gobierno, con la finalidad de innovar la Constitución General de la República, pero con una redacción semejante a la Constitución de 1857 que nos legó Don Benito Juárez y que fue redactada con base en la pequeña propiedad de la tierra, semejante a la estadounidense.
Lo anterior nos permite entender con claridad que esa es la asignatura pendiente del gobierno del presidente López Obrador, porque solamente de esa manera y a partir de la pequeña propiedad de la tierra, se podrá innovar la Constitución General de la República para que garantice plenamente la solidez jurídica del derecho de la tenencia de la tierra.
Lo antes explicado permite aclarar las dudas que tiene el pueblo mexicano en relación con la tenencia de la tierra, problema que ha dado lugar a que el territorio nacional se mantenga convertido en un territorio teñido de sangre.
Lo antes dicho es una realidad que año con año ha enlutado a cientos y tal vez miles de familias mexicanas, debido a que por otra parte los políticos y gobernantes tradicionales han promovido los antivalores que dan lugar a que las y los mexicanos saben defender sus propiedades agrarias mediante pleitos que van desde el uso de la voz, hasta el uso y abuso de las armas porque de esa manera quienes realizan ese tipo de abusos hasta se sienten héroes ejidales y comunales.
Finalmente es saludable insistir en evitar las estériles confrontaciones políticas como las que están realizando los culpables de la terrible corrupción que hemos padecido todos los mexicanos desde hace más de 80 años.
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