Ciriaco Navarrete Rodríguez
La base fundamental de toda estructura gubernamental siempre lo será el bagaje político cuyo contenido está intrínsecamente vinculado a los apoyos que el gobernante logra mediante sus ofertas que hace a sus electores, mediante las cuales los convence para que el día de las elecciones depositen su voto a su favor.
Esa sagrada realidad jamás debe ser olvidada por el gobernante, desafortunadamente los políticos y gobernantes tradicionales con frecuencia se olvidan de sus electores y escogen el camino equivocado que es propio de la ruta que los conduce al disfrute de las mieles de poder que se encuentran en las cúpulas alejadas de las realidades que debieran ser los objetivos, propósitos y metas de gobiernos imparciales cuya principal obligación siempre debe ser la de servir al pueblo sin distinción de clases.
Lo anterior es un conjunto de reflexiones que todos los gobernantes debieran tomar en cuenta para evitar errores y toda clase de decepciones políticas que ponen en peligro los quehaceres exitosos de elecciones futuras, por la sencilla razón de que los electores afectados y resentidos les pueden retirar su confianza a los gobernantes fallidos.
Esa realidad política y electoral ha sido un problema recurrente en los quehaceres públicos de México, y se debe principalmente a que la mayoría de los gobernantes tradicionalmente le han dado la espalda al pueblo, y eso se debe en parte, a que desconocen o pasan por alto la legislación constitucional que en el artículo 27 le concede la propiedad del país al presidente de México, y eso significa que desde el punto de vista legal es el dueño y señor de toda la república mexicana, y por lo mismo, los integrantes de los poderes legislativo y judicial jamás podrán juzgar al jefe del Poder Ejecutivo federal, porque su poder presidencial es legalmente absoluto.
En el caso de los gobernadores de los estados y de sus respectivos poderes Legislativo y Judicial se encuentran en la misma desventaja constitucional, y muy a pesar de que diga lo contrario carecen de competencia jurídica para poder contradecir, oponerse y hasta derribar del cargo al presidente de México.
Las reflexiones anteriores decidí abordarlas como consecuencia de los grupos de compatriotas que se han manifestado en franco rechazo al presidente Andrés Manuel López Obrador, y aunque hay destacados intelectuales y académicos, así como políticos acelerados que están animando a unos cuántos ingenios compatriotas para que sumen sus esfuerzos a semejante estulticia política que es producto de simples inercias y parafernalias mediocres, de cualquier manera no
podrán tener éxito alguno por su simple semejanza a vendavales que carecen de fuerza alguna porque mueren al chocar con la fuerza inquebrantable de las montañas del poder presidencial.
Todo lo antes expuesto debe ser motivo de serias reflexiones para que igual que los políticos improvisados, también mis compañeros periodistas tradicionales normen claramente sus criterios siempre apegados a las reflexiones constitucionales, que por ahora son infranqueables e invencibles por los políticos y por los ingenuos agitadores, de los cuales presumiblemente se encuentran financiados por mentalidades resentidas que quisieran seguir disfrutando de las sagradas mieles del poder tradicional.
Los partidos políticos que existen en México ya iniciaron sus luchas preelectorales y están estructurando sus nuevos equipos de políticos que habrán de contender como aspirantes a cargos de elección popular de medio sexenio, y aunque se observa mucho entusiasmo de las cúpulas de políticos, también se observan criterios de escepticismo muy marcado porque actualmente, el presidente López Obrador ha impuesto un nuevo estilo de gobernar y comunicar sus quehaceres públicos como nunca se había hecho antes, cuyo resultado es francamente imponderable, pero se observa como garantía electoral muy difícil de vencer en los comicios venideros.
Esa realidad política apegada ampliamente al gusto popular ha permeado en todos los confines de la república mexicana, a tal grado de que se ha convertido en una zona presidencial aparentemente invencible.
Esos quehaceres políticos podrían convertirse en la más grande fuerza de los quehaceres presidenciales que garantizarán diversos triunfos electorales a lo largo y ancho de la geografía política de México.
Desafortunadamente la llamada Oposición política y gubernamental actual no ha podido realizar acciones que superen las políticas que juzgan como erróneas, pero que no las han podido superar los críticos y sensores de las políticas públicas del presidente López Obrador.
Una oposición realista al régimen presidencial de López Obrador podría haberse dado mediante prácticas eminentemente populares, centradas en las realidades de nuestro tiempo y sin caer en criterios hundidos en la falsedad.
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