La idea de pensar en la muerte aterra al más pintado. A veces con arrogancia decimos que no tememos morir, pero aun en la agonía nos aferramos a respirar, por mucho que entendemos que es parte del proceso en este melodrama, llamado vida.
Una vez que lo digerimos, aunque no lo aceptemos del todo y mucho menos queremos que ocurra, comenzamos a visualizar como seria nuestra muerte y el inevitable funeral… ¿a usted le ha pasado esto por la mente alguna vez, sobre todo en esas noches de insomnio?.
Pues yo le comento que se mira uno mismo en un ataúd, con la familia y los amigos afligidos porque se va una persona que quieren y como en los típicos velorios de la región, algunos empinando el codo a las afueras de la sala de velación y las clásicas personas que el finado no conocía y que llegan atraídos por la curiosidad.
Todo eso pasa por la cabeza en las noches de vigilia; yo pienso que esto nos pasa muchos, sobre todo a los que estamos de medio siglo para arriba; imaginamos también que después de muertos podremos ver sin que ellos nos miren, a nuestro seres queridos y que luego de pasar por el purgatorio, al final podremos calificar para entrar al reino de los cielos.
Aunque una cosa es divagar o imaginar un escenario natural y otra tener pesadillas sobre lo que hay más allá de la vida; es un tema bastante grueso, esto de pensar en la muerte.
¿Pero alguna vez se ha imaginado o soñado que va a morir y que lo van a enterrar en una fosa común?.
Sospecho que en lo sucesivo, vamos sudar soñando que estamos apilados como tapas de huevos unos sobre otros, porque ya nos mandaron decir nuestras propias autoridades que si morimos de Covid 19, ese será nuestro inevitable final.
Así como en los campos de exterminio nazi después que mataban a los judíos durante la segunda guerra mundial; los tiempos han cambiado pero las costumbres se mantienen y me parece que a las autoridades les faltan neuronas para tomar decisiones difíciles, que se ahogan en una corcholata, porque ni siquiera son capaces de adelantarse a los efectos de una publicación insolente, que despertó la ira adormecida de un pueblo, que está harto de tantas humillaciones.