El hijo adolescente de doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, dijo la palabra “puta”. “No uses semejante término -lo reprendió, severa, la señora-. Es de mal gusto, y además misógino”. “Pero, mamá -se defendió el muchacho-. Cervantes usa esa palabra”. “Ya no te juntes con él» -le ordenó Doña Panoplia . Don Cucurulo, finústico caballero que a más del don tenía el din, pues era de edad provecta y dineroso, cortejaba con asiduidad pero sin determinación a Himenia Camafría, madura célibe que andaba por la cincuentena. Cierto día la visitó en su casa a la hora de la merienda. Ella le ofreció un piscolabis -así dijo- consistente en piononos y rompope. Le dijo con acento insinuativo: “Caro amigo: le di la tarde libre a mi doncella, aunque hoy no es su día de descanso. Espero que no vaya usted a aprovecharse de mi soledad para intentar algo indebido”. “Señorita -replicó don Cucurulo, digno-. Soy Caballero de la Caballerosa Orden y pertenezco a la Legión Condal. Necesitaría estar ebrio completo para atreverme a semejante demasía”. Himenia retiró la botella de rompope y trajo en su lugar una de tequila, otra de whisky, una más de ginebra, otra de vodka y dos de ron. La epidemia se irá -todas se han ido-, pero la economía aún estará ahí. Desde luego el Gobierno federal ha de ocuparse en tomar medidas para atenuar los efectos del coronavirus, pero no por eso debe dejar de ver las consecuencias, algunas de ellas graves, que ya ha traído y seguirá trayendo esta desacostumbrada contingencia. Tampoco ha de desatender los llamados que el sector privado le hace en solicitud de apoyos a las empresas -grandes, medianas y pequeñas- para que puedan capear el tremendo temporal que ahora afrontan, de modo que sus quebrantos presentes y futuros no afecten en modo irremediable la planta productiva y el empleo. México parece ser el único país en que los empresarios que en buena parte sostienen la economía, en vez de ser auxiliados en este difícil trance, son denostados por el líder nacional. Ahora quizá se darán cuenta algunos dirigentes de las cúpulas empresariales de que su actitud sumisa y obsecuente de ayer no les sirvió de nada, y que aquél que los invitó a cenar para venderles cachitos de la lotería ahora les niega incluso los más mínimos estímulos, y luego de agredirlos les voltea la espalda. Los pobres primero, sí: cuando se sientan los efectos de esta política aberrante los primeros en resentirlos serán precisamente los pobres, y las consecuencias de esta crisis que ahora le viene a AMLO como anillo al dedo le vendrán luego como soga al cuello. ¿Alguna vez dejará nuestro Presidente sus anacrónicos dogmas y prejuicios?. ¡Brrr! Tus últimas palabras, columnista, me produjeron un calosfrío o repeluzno que me bajó por la espina dorsal desde las vértebras cervicales hasta no quiero decir dónde. Ea, narra un chascarrillo final y luego pasa a retirarte, como decían los merolicos de antes. En el Gentleman’s Club sir Highrump le dijo a lord Feebledick: “Deberías poner cortinas en tu alcoba, old fellow. Ayer a las 5 de la tarde te vi desde mi casa, con mi catalejo, haciendo el amor con tu mujer, y a través de la ventana pude contemplar tus acrobacias y maromas en la cama». «Estás por completo equivocado -replicó lord Feebledick-. Primeramente, en las rarísimas ocasiones en que hago el amor con mi mujer nunca hay maromas ni acrobacias durante los 10 segundos que suele durar ese antiestético acto, y en segundo lugar a esa hora estaba yo aquí tomando el té, de lo cual James el camarero podrá dar constancia fidedigna. La conclusión lógica es que tu catalejo o está descompuesto o no sirve para nada”. FIN.
Catón
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
El que dice: “Me aburro” se ofende a sí mismo.
Aburrirse significa no tener recursos para hacer frente al paso de las horas que a veces, como en estos días, suelen transcurrir más lentas.
Muchas maneras hay ahora para emplear el tiempo, aun estando en forzado, pero necesario apartamiento. Si pensamos que esto es algo incómodo veámonos en una celda de prisión sin libros, sin tele, sin música, sin teléfono, sin ninguno de esos artilugios que nos permiten ver películas, y series, y sobre todo sin compañía alguna, solos, sin alguien a quien amar y que nos dé su amor.
Estamos en encierro, sí, pero ni nuestra mente ni nuestra alma están encerradas. Los recuerdos de ayer, los pensamientos de hoy, los planes para mañana deben darnos ánimos, lo mismo que la esperanza y la fe.
Lo que debemos hacer ahora es cuidarnos y cuidar de los demás.
Prohibido, entonces, aburrirse.
Prohibido impacientarse.
Más aún: prohibido desesperarse.
Esto que ahora pasa pasará.
Esperemos días mejores. Llegarán.
¡Hasta mañana!…
Manganitas
Por AFA.
“. Compras de pánico de cerveza.”.
En estos días se vio
lo que la mente no fragua:
que puede faltar el agua,
pero la cerveza no.